Lo que tiene dejar para luego es que olvidas y malinterpretas sentimientos que se van diluyendo en el tiempo. Unas semanas post carrera sin horas de silla me dejan sin ideas y sin muchas ganas de revivir una carrera que me ha gustado; en resumidas cuentas, a pesar de haberla liado como Amancio. Repetiría pero también debo decir algo que me pueda granjear malos juicios. La locura de las inscripciones hacen que tus expectativas vayan a un punto que no existe, ya que lo que hace grande a cada carrera eres tu mismo, como la vivas al margen claro está de la entidad que tenga por las estrellas que participen. (Ganador de la carrera Zaid Ait, Merillas y Raul Camara y en chicas Ana Conde, Leire Fernandez y Maria Marcos).Yo lo pasé muy bien eso si. El Bierzo, la zona y la gente ya le dan muchos puntos de partida.
El corazón de la carrera es Santa Cruz del Sil, de donde se partió a la fresca. El día ya daba a entender que haría bueno pero eso me llevó a la mala elección de portar solo una camiseta, proporcionándome un malestar en la zona duodenal que vino conmigo 32 kms, vamos, muy majo él.
La noche anterior la había hecho de libro, cenar lo que me salió de la muda y unos vasos de vino que me dieron el punch que necesitaba para descansar.
9:00AM: SALIDA y para arriba. Con escaso calentamiento, pero al tema. La cuestión en esta carrera primera del año era ir haciendo callo. Cogi de referencia a un compi, Sergio, que acudirá conmigo a Zegama y que ya sabia de que iba el tema. Incluso me di el gustazo de ir con la pequeña gran Leire un rato.
Bajada bruta para ir espabilando, donde ya vi que la cirujia a mis uñas de los dedos gordos es cosa casi insalvable.
La cuestión del día es quejarse de todo. Pero a pesar del cortafuegos que había a continuación a mi no me sentó mal. Sin más. Para arriba y a correr por cumbres nevadas a lo lejos, a correr contigo mismo, a respirar más profundamente y a caer en la mezcla de ensoñación y anhelo por lo que aún queda.
Y entre zarzas que me desollaron la pierna izquierda y focalizando en Sergio mi hipotético ritmo de carrera, llegamos a Páramo del Sil entre un griterío de gente adornado por cencerros y demás materiales del tipo. Esas cuestas que las subes como dedicatoria a ese otra gente que da otro punto de vista a las carreras, lleno de amigos, familiares o anónimos que saben que tu te has atrevido a hacer esta tontada o que has tenido suerte para pillar dorsal. Para los que no lo sepan, agotadas en 7 minutos.
Y más o menos aquí llego el error aunque lo pagaria más adelante. Parada de avituallamiento, bebo por inercia y sin ganas voy a por el plátano, soy asi de depravado. Verde como el mismisimo Marianico el Corto, lo escupo y paso de comer. Para que coño!. Ya vendrá Paquito Pajarero con las rebajas a decirme para que...
Y hala, leña. Para arriba de la Campona. Sin más, la nieve blanda te hunde sin avisar en algunas pisadas. Coronamos Sergio y yo juntos. Tiene algún calambre pero seguimos para alante atrevasando un camino flanqueado por paredes de nieve apiladas por la máquina. Y hala, para abajo, mis uñas, la sombra de un abejorro y yo hacia el pueblo abandonado de Primout. Doblo los pulgares a modo de aguilucho. Que putada no disfrutar bajando como suelo hacer. Sergio se queda perdido atrás. Ya me lo volveré a encontrar paseando mi pajarita en los alrededores de Santa Cruz.
De Primout en adelante se corre prácticamente por un camino conquistado por un riachuelo. El frescor se agradece en los primeros kilómetros pero más tarde te atenaza un poco la musculatura. Y esta zona sin lugar a dudas fue la que más me gustó. Metido en el bosque es donde el jabalí disfruta y se encuentra bien. Penúltimo control de tiempo, la última oportunidad de haber evitado la pájara. Pasamos el río con ayuda de cuerda los que ya van justines como yo. Muy pocos kilómetros de entrenamiento para haberme aventurado en algo asi. Pero a cabeza dura soy de los mejores.
Y para arriba el Pico Negro donde vi todo del mismo color. Llegué mal, no hacía falta que me preguntaran otros corredores si me encontraba bien o si me mareaba. Debía dar una imagen más lamentable que de costumbre.
Llegada a cumbre y la cuesta abajo no podía ni correrla. Estaba vacío. Andar y andar con el único propósito de que se acabara ya de una vez. Deseaba ver la meta en vez de otro avituallamiento, que me mató. Si aún había otro es que quedaba. Me paré y barajé la idea de retirada, pero a falta de unos pocos kilómetros abandonar tras el largo exfuerzo me parecía un fracaso estrepitoso a nivel moral. Gota a gota me iban pasando decenas de corredores con sonrisas de felicidad por la cercanía a la llegada dejándose llevar de la inclinación favorable del camino. No pude disfrutar del espléndido ambiente que había en Santa Cruz. Llegué a modo culebra, y terminé de arrastrarme hasta la meta para tardar más de una hora en estar decente para la ocasión. Una paella con mala cara no es paella.