Y aún con la comisura de la boca pegajosa, viendo al sol arrancar la escarcha del suelo, me planté sobre la acera y sin raíces en los pies. Las piedras de la ciudadela en el centro de la capital navarra se despedían de mi porque sabían que hoy no sería el ratón en la rueda. Hoy sería caballo, zorro y cabrón. Hoy desenchufaría tubos de escape y enchufaría el cogote.
Bajando desde Iturrama, ya desde la Cuesta de la Reina veo mi destino y me relamo. El Monte Ezkaba se alza como un rey dominando el norte y coronado por antenas. Tiene 895m y se viste de quejigos y pinos. Fueron mi compañía a la salida de Artica, localidad desde donde parte la senda marcada en todo momento.
Las lascas de piedra y el barro se mezclan haciendo un chocolate que paladeo con mis viejas zapatillas remendadas. Aún al igual que la estación en la que estamos, no he brotado, y paro repetidamente para recoger el aliento que se me cuela entre las manos.
Puedes llegar a cumbre por el sendero donde corrió el que escribe o por donde van los autos y los cautos. Llegado a lo alto veo el fuerte. Se han sucedido todo tipo de edificaciones por lo que estoy leyendo. Desde ermitas, castillos y este fuerte de San Cristóbal, que es el que ahora domina la ciudad hundido en tierra y en miseria y que se encuentra cerrado por derrumbes.
Se soterró en 1919 por estar a la vanguardia y evitar en su momento el fuego de artillería.
Esa evolución fue tan lenta que al terminarlo ya estaba obsoleto por la llegada de la aviación pasando a convertirse en una prisión y también en lugar de represión franquista. Esta placa en el cementerio de Artica conmemora a los muertos, uno de ellos, paisano.
La emoción de la llegada a cualquier alto me hace vanagloriar mi ego con la foto de rigor. Las vistas son magníficas.
Veo otro valle y señales de otras rutas que ya me hacen querer conocerlas.
Para otra vez, ahora toca volver a la madriguera...
Datos: http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6091946